domingo, 12 de junio de 2011

Hoy le dejo escribir mi entrada a Pathpati

El Transporte Público.

Esperando al tren. Retraso. Lo sabía! y aún así corriendo, y es que nunca se sabe, a lo mejor le da por llegar a la hora a la que tiene que llegar y lo pierdo. Sé que aunque yo esté dispuesta a esperarle, él nunca lo haría conmigo.

Ha llegado la hora de observar. Una parejita, bastante joven, peleándose, estos son los ingredientes indispensables de lo comúnmente conocido como carne fresca. Me voy a recolocar los auriculares y apretar el botón off. Me pienso empapar de todo. Abriendo cajita de gafas de sol y colocándolas lentamente, ya que me pongo a espiar lo hago en condiciones.

La conversación es la siguiente:
- Él: ¿qué te pasa? (Intento de besarla)
- Ella: Nada (rechaza su beso, se aleja, mirada de reojo comprobando que sigue ahí).
- Él: Venga, dime que te pasa (sin ganas)
- Ella: Na-da. (Deseando que se lo vuelvan a preguntar)

Menuda mierda, menudo teatro. A la tercera vez que se repite este diálogo un desagradable sentimiento me recorre todo el cuerpo. Insatisfacción. Me siento como un perro al que le tiran una pelota, y que al correr tras ella se da cuenta de que sus esfuerzos están siendo en vano, esa pequeña esfera que debía compartir el espacio con el aire nunca fue lanzada, ni por un instante llegó a desafiar a la lógica de la gravedad, no existe, pero el ridículo está hecho. Veo frustrada mi carrera desde el primer día de funciones.

Desconecto, ya no me interesa, sus vidas son una mierda, seguro.
Aprieto el botón ON de mi Ipod 1º generación (no tengo suficiente dinero para la última). “Los tejados son así”, Cómplices, maravillosa canción.

Y entonces todo cambia. Dos miradas se cruzan, puedo percibir la calidez ambas, se trata de ese tipo de mirada que sólo los que están dentro de ella podrían entender, y que hace que un ejército entero de enérgicos glóbulos rojos ande de manera descontrolada, desordenada y confusa por cada rincón de dos cuerpos inconformes con la hosca sensación de ser un organismo en soledad. Ojos cerrados, piel erizada, la película que nos cubre no sabe que hacer para traducir esta cantidad de sensaciones.

Se entabla entonces el peligroso juego en el que las bocas empiezan a adquirir particularidad magnética, los encargados de tirar de uno y otro polo no están dispuestos a seguir luchando para que no se produzca la unión. Queriendo estar cada vez más cerca la ropa se ha convertido en una barrera, hay que deshacerse de esta muralla y para ello no se puede dudar del uso de las únicas armas con las que contamos, uñas y dientes.

Ha nacido un fuego que hay que erradicar de alguna forma, y que hace gozar más cuanto más quema. Los cuerpos cada vez más desnudos empiezan a repartir su energía hasta lograr un equilibrio térmico que abrasa, la rigidez empieza a concentrarse cuando…

Tac-tac-tac-tac (sonido de tren andando por las vías)

Abro los ojos. Este jodido tren tiene el don de la oportunidad. Compruebo que no me han robado nada, que como están las cosas, nunca se sabe.

Me seco las lágrimas de los ojos, no sé cómo han llegado hasta aquí, pero me encantan, descubrir que también se puede llorar de placer convierte a esta pantomima que es la vida en algo mucho más perfecto.

Ya sólo queda poder dar tres golpecitos con mis talones y plantarme justo donde quiero estar.


PATHPATI

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